domingo, 6 de noviembre de 2016

MADRID CRECE - I

En 1860 se aprueba por parte del ayuntamiento que aún preside el prolífico duque de Sesto un proyecto de ensanche de Madrid, presentado por el ingeniero Carlos María de Castro. Desde hace algún tiempo viene fraguándose esta iniciativa, ya que la ciudad no cabe dentro de los límites establecidos un par de siglos antes, con la cerca que la contiene y las puertas y portillos que evidencian su estrechez.




Son numerosos los visitantes que han manifestado su extrañeza por el contraste desolador que ofrece la llanura pelada del contorno con el apretujón urbano que se encarama sobre si mismo, como si no pudiera escapar del ahogo, retorciéndose en un laberinto de esquinazos y callejas. El plan Castro prevé el nacimiento de nuevos barrios, la ampliación de otros y la incorporación definitiva de algunos, tal como es el caso de Chamberí.


Chamberí tomó su nombre, según la tradición afirma, de la reina Isabel de Farnesio, esposa de Felipe V, quien solía pasearse por ese entorno que ella encontraba muy parecido a su Chambery natal, allá en Saboya. Antes, pues, del siglo XVIII existían por allí quintas, tejares y alquerías que terminaron por formar un pueblecito algo distante de la capital. Los llamados
" campos del tío Mereje", sobre cuya superficie yerma se levantaría posteriormente la calle de Luchana (que hoy conserva celosamente el monumento a los cuatro saineteros, Ramón de la Cruz y Ricardo de la Vega, letristas, Chueca y Barbieri, músicos), hacían frontera con la Puerta de los Pozos de la Nieve -glorieta de Bilbao-, donde concluía el camino de Fuencarral. " Madrid
termina donde empieza Chamberí",
decían por entonces con orgullo patriochico los habitantes del minúsculo pueblito, que ya apuntaba cierto desgarro muy propio y llevado en determinados casos hasta la exageración. Y también un localismo acentuado, tal que que ese saber cuál es más chulo si el natural de Chamberí "por Fuencarral" o el natural de Chamberí "por Hortaleza". El lugar se llenó pronto de ventorros, puesto que las gentes madrileñas acudían los domingos del verano a refrescarse, dada la relativa altitud y lo despiblado que en general estaba.

                                                         "Si me pierdo y no me encuentran
                                                           no me busquen en Madrid
                                                           que me busquen el domingo
                                                            por la tarde en Chamberí"
El ensanche de Castro dará origen a nuevos barrios, como estaba previsto. Pero eso será en otro momento.





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